dijous, 17 de setembre de 2009

Otra vez el PC en el cole

Font: Xavier Cuchí

Como era de esperar, el lío de los PC escolares está siendo eso: un lío. Como era más que previsible, no han estado listos para el comienzo del cole y según los calendarios previstos (¿previstos?) habrá quien lo reciba adornando el palmón para el domingo de Ramos.

Desde la comunidad educativa se hacen muchas preguntas -ahora las iremos viendo- pero las mías -y eso que eran el chocolate del loro- al parecer ni se plantean: la infraestructura material de todo el invento. Dicen que los aparatos tendrán una batería de ocho horas de duración; bueno, eso es lo que dice el fabricante y si es cierto -que no lo será- durarán ocho horas las primeras semanas y después veremos qué pasa. Así las cosas, la instalación eléctrica de las aulas va a ser absolutamente insuficiente para cubrir las necesidades de la muchachada. Tampoco sé si en los presupuestos de los centros se habrá previsto el incremento del consumo eléctrico inherente. Por otra parte, todos damos por supuesto que el PC escolar va a afectar a la enseñanza pública pero… ¿Y la concertada? En el colegio de mis hijas ni se habla del asunto (o no se ha hablado delante mío, hasta hoy). Tampoco nadie ha preguntado por él… quizá sea por el miedo a la respuesta.

Pero veamos las preguntas tal como, al respecto, se formulan desde «El Periódico» y quizá también algunas respuestas.

¿Por qué llegan ahora los portátiles a las aulas?

La respuesta que da el medio es que el anuncio de Zapatero aceleró un proceso que, de alguna forma, ya estaba en marcha y que, de todas maneras, el abaratamiento de los pequeños portátiles y la edición de libros de texto digitales maquetados como los convencionales lo hubiera acelerado.

Y lo que digo yo son dos cosas:

1) Una cosa es que un proceso que iba a culminar en dos o tres años se adelante a uno y otra muy distinta es que se anuncie así, por las buenas, a lo tonto y a lo bobo, casi a las puertas del verano con la pretensión de implantarse ese mismo septiembre. De cara a septiembre de 2010 las cosas hubieran podido hacerse no sólo mejor sino, simplemente, bien.

2) Lo del libro de texto digital sobre PC es una solemne patochada. Todo el mundo sabe que la lectura en PC es incomodísima (y más aún en estas pantallas tan pequeñas, pero incluso en las grandes, es una brasa); el PC está bien para leer documentos breves, pero que a partir de las diez o doce páginas -a lo sumo- es mejor imprimir. No, mejor dicho, no es mejor: es imprescindible. El momento idóneo para el libro de texto digital es el libro electrónico y, por cierto, ese hubiera debido ser el primer objetivo escolar antes del PC.

¿Qué razones han llevado a que [en Catalunya y quizá algúna otra comunidad autónoma] se vayan a pedir 150 euros a los padres?

La explicación oficial es que lo gratuito no se valora. Me vale, pero sólo parcialmente. Porque yo preguntaría:

1) Y si yo quisiera comprarle a mi hija el ordenador que me diera la gana, porque sí, porque yo lo valgo (asumiendo, naturalmente, su precio íntegro y asumiendo también que tendrá, como mínimo, las mismas capacidades que los comunes) ¿podré hacerlo? ¿O tendré que aguantar a la trágala el Toshiba en plan de necesaria uniformidad reglamentaria?

2) Conectado con lo anterior (o sin conexión con lo anterior) ¿se respetarán los formatos de estándares públicos en la actividad docente o habrá que aguantar la porquería de formatos Micro$oft porque sí, porque el profe -o la dirección del centro- lo vale? ¿Podrán mis hijas funcionar Linux only teniendo en cuenta que las aplicaciones de software libre soportan perfectamente los estándares públicos?

Dejo correr la pregunta 3 por especulativa y la 4 por respondida ya, salvo mi opinión incidental sobre el hecho de los dibujitos animados, que me parece una perfecta pejiguera

¿El profesorado tiene que elaborar el material didáctico?

Ya se dice que no. Naturalmente, esto no se ha hecho en beneficio del profesorado -que por ese lado, podría tener un estupendo nicho profesional adicional- sino para proteger el negocio editorial, al cual le auguro un sufrimiento brutal gracias al P2P y al crackeo de los DRM que están pergeñando. Los DRM jamás han aguantado un telediario ni lo van a aguantar tampoco en este caso. Afortunadamente. Como en el caso audiovisual, el negocio editorial tradicional está ya en final y muchos vamos a dedicar ímprobos esfuerzos técnicos o activistas -según la dedicación de cada cual- para que la final pase a fase de final corta en el plazo más breve posible.

¿Cómo evitar que se haga mal uso de la máquina?

No hay manera de evitarlo porque ni [la mayoría de] los padres ni [la mayoría de] los educadores tienen formación tecnológica que pueda llamarse tal; la cual no debe ser concebida como una serie de conocimientos de ingeniería sino de entender la red de conocerla, de la misma manera que cuando uno sale con una barca no precisa ser ingeniero naval, pero sí debe conocer el mar. En caso contrario, la red, como el mar, harán pagar cara -quizá carísima- la ignorancia. Por lo demás, dudo que la mayoría de centros implementen una red local de dimensiones suficientes -lo más fácil será echar a los niños al wifi- y dudo que a cargo del tingado, sea LAN o wifi, haya la cantidad y calidad suficiente de profesionales para un control de seguridad razonable. En otras palabras: arrieritos somos. Ya veréis, ya.

Eludo la pregunta 7 por obvia y por cansina. Manda narices el buen rollito políticamente correcto, qué cruz…

¿Cómo se minimizan los riesgos de que se produzcan averías?

Las averías, estrictamente las averías, son inevitables. Cabe esperar que si los aparatos están bien diseñados y bien fabricados, éstas se mantengan dentro de proporciones razonables. Otra cosa es el trato que se les dé con el uso. En principio, con un poco de atención [de los padres y de los educadores], no debería haber pandemias de aparatos en el dique seco (siempre, bien entendido, de que hablamos de la máquina, no de su software). Los niños, a partir de los 10 años, empiezan a estar habituados al manejo y uso correcto de maquinaria digital y, al menos en mi círculo personal, no oigo quejas en cantidades significativas. Los niños van manejando entre los diez y los catorce años -y según cada casa- videoconsolas, ordenadores -portátiles y de sobremesa-, teléfonos móviles (e inhalámbricos, en el propio hogar), MP3 y MP4 y, bueno, casi huelga decir cadenas o minicadenas estereofónicas, reproductores de vídeo (en cualquier formato), televisores, sintonizadores TDT y satélite… y no son más manazas que los propios adultos. Frecuentemente mucho menos. Iba a decir que nunca se podrá evitar que los niños utilicen la mochila en la que va el ordenador como poste de la portería cuando juegan a fútbol en la calle pero… ¡bah!… los niños ya no juegan a fútbol en la calle (ya no juegan a nada en la calle, los hemos hecho así de gilipollas).

La forma en que se ha gestionado todo esto comporta elementos suficientes para llevar a la desazón. Y hay muchas cosas que no he planteado aquí y ahora, que ya he dicho en otras ocasiones. Me he limitado a responder a caballo de lo que -según un medio de comunicación- inquieta al personal.

Vamos mal, vamos a peor y lo realmente dramático es que estamos hablando de la educación. Y la educación primaria y secundaria, lo dije hace algunos días, constituyen la agricultura que determinará la dieta del futuro, lo que alimentará al país y a la sociedad.

Mal rancho nos espera.

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