
De la serie: Correo ordinario (por razón de la materia)
De la serie: Rugidos (por razón del humor del autor)
No sé por dónde empezar ni cómo empezar. Llevo un cabreo tan tremendo, me acomete tal ataque de ira, que, como me haga una herida, me desangro por evaporación de plasma.
Fijáos qué alegría de noticia: El Congreso gastará más de un millón de euros en cambiar e-mails, comprar portátiles y digitalizar documentos.
Así, a bote pronto, ya se me ocurre -ya se nos ocurre a todos los españoles- cómo se cuidan estos tíos comprando gadgets con nuestra pasta, y eso que la mitad de ellos no comió caliente en su vida hasta que pilló cacho de dinero público. Y la práctica totalidad -salvando excepciones, que serán honorables o no, según el caso y el historial- es analfabeta digital en grado radical. No sorprende luego ver por televisión una panorámica del salón de plenos o de una comisión y percatarse de que, aparte del sustancial e importante número de señorías que le están pegando al carajillo en el bar, el resto, salvo dos o tres, y salvando a los no pocos que están echando una cabezadita, ninguno está trabajando con un ordenador. Al contrario, los que se puede decir que trabajan andan navegando en un mar de papelotes.
La broma de los miniordenadores que les van a comprar, nos costará a los españoles 300.000 euros (o sea, cincuenta millones de las viejas). De donde resulta, dividiendo 300.000 entre 350 diputados… bueno, vamos a poner 400 para cubrir el cupo de auxiliares, enchufados que se apuntan en plan autorregalo, recambios y otras hierbas, que cada mini PC sale a… ¡750 euros! Teniendo en cuenta que los más caros que hay en el mercado pueden llegar a los 400 euros (los que van a dar -salvo en Catalunya, que aquí no se dan ni los buenos días- a los chavales de secundaria valen 300 euros -cantidad que tampoco es lo más barato del mercado, aunque ya está en lo normal-, y ellos sí van a trabajar de verdad con los ordenadores)… ¿qué pasa aquí? ¿Tienen los de los diputados el teclado de oro o es que el cuñado se ha pasado largamente en el tresporciento?
Otra cosa que pone la bilis en estado de ebullición es lo de los pendrives en los que van a repartir el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado del 2011. Para empezar, uno diría que ya que les regalan estos flamantes mini PC de 750 euros, en vez de andar con la gilipollez de repartir soportes físicos, lo más lógico, económico y funcional sería colgar los archivos correspondientes en la intranet del Congreso y que sus señorías se lo descargaran a sus ordenadores de oro y diamantes. Tampoco cuesta tanto, carajo. Pues no: algún requeteanalfabeto digital ha decidido repartir memorias USB. ¿O… no se trata de analfabetismo digital? Veamos, veamos… 400 pendrive… no, vamos a poner 500, porque vamos a hacer el mismo cómputo que antes pero añadiendo 100 por las pérdidas que experimentará el paso de tantos estuchitos de pendrive por tantas manos, y vamos a poner que sean memorias de 8 Gb (casi el equivalente de 2 DVD, caben ahí los presupuestos del Estado, de las 17 comunidades autónomas y hasta de los 8.000 ayuntamientos, si me apuras). Bueno, pues a un precio unitario de 25 euros, por levantar un poco el precio de venta al público de un conocido establecimiento barcelonés, que no es precisamente un low cost, resulta un total de 12.500 euros. Fíjate, como soy así de rumboso, vamos a echar 10 euros más por pendrive (total, pagando nosotros, la casa es potente y no repara en gastos) para ponerle a cada trastito un estuchito la mar de mono y para estampar en el pen y en el estuchito el logo del Congreso. 5.000 euros más, lo que arroja un total de 17.500 euros. Hasta los ¡37.200 euros! de presupuesto para los aparatitos, casi 20.000 se quedan por el camino. ¿Es que los tales pendrive también son de oro y pedrería? Me parece que el cuñado se ha pasado tres pueblos y que la tomadura de pelo a la ciudadanía es más que notoria. Tomadura de pelo y hasta cachondeo. Se diría que el Congreso lo dirige Fèlix Millet, coño…
No puedo decir nada de los 257.000 y pico para digitalización de documentos -aunque se puede digitalizar una enorme montonada de documentos con esa pasta- y de los 300.000 para la restauración y edición de documentos porque el despacho de Europa Press no indica con alguna mínima aproximación qué productos y servicios comprenden estas partidas, así que lengua al culo. Sólo que, claro, a la luz de lo visto en párrafos anteriores es de temer que… Bueno, en fin, lo dejo a la imaginación del lector.
Y atentos a este párrafo, que no dudo en calificar como zona golden y king size de la noticia: «Según este proyecto, al que ha tenido acceso Europa Press, el cambio en el sistema de correo, que afectará a todos los usuarios de la sede parlamentaria, tiene como objetivo mejorar el funcionamiento de este instrumento de comunicación y poder incluir en el mismo el envío de mensajes a móviles. Los 537.500 euros presupuestados servirán para el pago de las correspondientes licencias». ¡Casi noventa millones de las viejas en licencias! Licencias que, casi huelga decirlo, no irán a engrosar nuestro PIB sino el de unos señores de Redmond, como si lo viera, porque con este país entregado al monopolio, seguro que estamos hablando de outlucs, exchanges, mobiles y otras guarradas similares.
Otro episodio, pues, de desperdicio de dinero público, y eso con la que nos está cayendo encima. Y no sólo es desperdicio, es que son de temer cosas peores: estas diferencias en precios -que puede constatar cualquiera con los de venta al público en mercado minorista- son tan grandes que forzosamente tiene que oler mal. No estamos ante un supuesto de derrroche sino ante la lúgubre y aparentemente bien fundamentada sospecha de que ahí hay algo peor. De menor cuantía, claro, el montante total es cosa de mindundis, pero la grosera y meridiana claridad en la tomadura de pelo nos hace estar al cabo de la calle de lo que pasa en cosas mucho más gordas. Tan gordas, que el propio Pasqual Maragall no pudo callárselo y lo soltó en sede parlamentaria: el tresporciento. Pero está claro que, en partidas tan pequeñas, el tres se decuplica.
Ya vemos en Catalunya cómo los padres van a tener que arrear con el 50 por 100 de los costes de los ordenadores, mientras nuestras administraciones públicas regalan a Micro$oft ingentes cantidades de nuestra pasta. Y, ojo: el 50 por 100 (150 euros) los padres de la enseñanza pública. Porque hace un par de días, me decía un pajarito que corre el rumor de que los de la concertada vamos a tener que soltar una pasta que andará entre el 80 y el 100 por 100 del coste. Ya veremos si osan y qué pasará si, efectivamente, osan.
También diré algo que he dicho en otros ámbitos: la culpa de este estado de cosas la tenemos, en el fondo, los propios ciudadanos, que tragamos carros y carretas y no pasamos factura, ni electoral ni de ningún otro modo. Nos encogemos de hombros, mascullamos un «¡Sinvergüenzas!» y seguimos a lo nuestro, sin más.
Por eso pasa lo que pasa.
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