dilluns, 27 de juliol del 2009

Ordenadores y niños

Font: Expansion (per Enrique Dans)

La idea del Gobierno de proporcionar un ordenador a cada niño suena bien: incide directamente en la reducción de la brecha digital, e invierte en el desarrollo acelerado de una sociedad futura más preparada. Resulta difícil criticar la idea sin caer en un ¿lo mejor es enemigo de lo bueno¿: mejor iniciar una acción así que no hacerlo, incluso aunque no se esté de acuerdo en todos los detalles de su ejecución. Descontando por anticipado que la idea tendrá sus críticos, que veremos fotografías que pretendan evidenciar un bajo aprovechamiento de estas máquinas o que muchos profesores no estarán preparados para dar a los portátiles un uso adecuado, el fin general seguiría valiendo la pena aunque existiesen excepciones, inevitables en todo proceso de adaptación.

Sin embargo, existen evidencias que señalan hacia una interpretación errónea de esta acción, detalles que podrían transformar un efecto netamente positivo en un ¿inicialmente parecía una buena idea¿. Recientes declaraciones de María Garaña, Presidenta de Microsoft, hablando de cómo se han esforzado para rebajar el precio de sus herramientas para hacerlas accesibles al presupuesto del proyecto llaman especialmente la atención: se habla de un coste de cuarenta euros por ordenador, ¿menos que comerse una ensalada¿.

Dejando aparte consideraciones frívolas sobre el coste de las ensaladas, el problema es la comparación: barato, ¿comparado con qué? La decisión de incluir Windows en la configuración tiene poco que ver con las ensaladas, y más con las alternativas: educar a toda una generación de usuarios en su propia tecnología representa un escenario ideal para esta compañía, y hacerlo además obteniendo a cambio un contrato de varios millones de euros es calificable ya de jugada maestra. Resulta sencillo entender la decisión de traer a España a su fundador. Pero ¿realmente queremos invertir los recursos de todos en crear una generación de jóvenes que manejan tecnologías propietarias y anticuadas en su concepto, cuando podríamos evitarlo y ahorrarnos además su coste?

El concepto de ordenador ha cambiado muchísimo con los años. Hace tiempo, un ordenador era una máquina diseñada para hacer los mismos procesos que hacíamos sin él - escribir, calcular, etc. - pero más rápido. La informática ¿ordenador-céntrica¿ giraba en torno a la máquina, y lo normal era poner en ella un sistema operativo grande, pesado y con muchas herramientas incluidas: una calculadora, programas para escribir o calcular, y hasta un solitario. Hoy, este concepto ha quedado obsoleto: la informática ha pasado a ser ¿red-céntrica¿: el ordenador debe tener lo mínimo imprescindible para trabajar directamente en la red, guardar en ella nuestros archivos, y poder así colaborar, trabajar en equipo o con el profesor de manera mas eficiente, sin crear innecesarias copias. Para este fin, los sistemas operativos como Windows son, simplemente, obsoletos en su concepción: no solo no necesitamos sus herramientas, sino que, además, resulta más ventajoso manejar herramientas directamente en la red. Optar por la tecnología de Microsoft en este caso no es simplemente un error, sino directamente un despropósito: sucumbir a intereses comerciales perjudicando además el fin perseguido originalmente.

Pero no son únicamente los intereses de Microsoft los que lastran la iniciativa: las editoriales de libros de texto también quieren ¿colocar su producto¿. Si los primeros esgrimen la idea de ¿¿un PC sin WIndows?¿, los segundos optan por ¿¿un aprendizaje sin libros?¿, como si estos conceptos fuesen verdades absolutas. En realidad, el concepto es otro: la educación debe pasar a ser en red, y el concepto de proporcionar al alumno un pesado libro en versión electrónica donde se encuentran ¿los conocimientos que debe aprender¿ es absurda cuando todo el conocimiento se encuentra en la red. La enseñanza, partiendo de una sólida formación del profesorado, debe crear personas preparadas para entender la red, localizar información en ella, y saber escogerla, cualificarla, separar lo bueno de lo malo, interpretarla y utilizarla adecuadamente. Esas habilidades, y no las de ejecutar un programa, son las que nuestros jóvenes deben aprender. Refugiarse en ¿el libro electrónico pesa menos¿ es profundamente limitado cuando el concepto ¿libro de texto¿ ya ha sido superado.

Un proyecto como el de dotar a cada niño de un ordenador merece apoyo. Pero solo evitando errores de concepto como éstos seremos capaces de llevarlo a su verdadera dimensión.

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